En educación debemos mantener un más que complejo equilibrio sobre una cuerda que sujeta dos poderosísimos edificios: de un lado, el profesor; del otro, el alumno. Hay otros elementos igualmente importantes, pero hoy me voy a centrar únicamente en éstos.
Nos empeñamos muchas veces tanto en que nuestro método es el mejor
(sea el que sea) que, incluso, en ocasiones, nos olvidamos de las personas que hay detrás de todo ese proceso de enseñanza. Y olvidamos que cada uno de nuestros alumnos es completamente diferente del otro. Y esto hay que tenerlo muy en cuenta desde principio de curso, más allá de la legal y más que manida «atención a la diversidad», con la que a veces nos confundimos y por la cual nos ceñimos al alumnado con alguna medida especial (sea por un lado o por el otro).
No podemos trabajar 100% en una línea y con un único sentido. Podemos tener un rumbo y una meta, pero en ocasiones habrá que dar rodeos.
Hay quienes funcionan de miedo con la memoria.
Hay niños que dibujan, que escriben, que leen, que no hablan o que participan demasiado…
Incluso, me atrevería a decir que hay niños que funcionan bien copiando y no creando, aunque yo no esté de acuerdo, pero podría llegar a utilizar esto si con ello logro enseñarles otras formas de aprender con las que también pueden disfrutar.
Es precisamente ahí donde reside la atención a la diversidad: en que debemos contemplar en nuestras programaciones ese equilibrio a veces, casi siempre, tan difícil; y no en el rollo patatero que nos zampan las legislaciones resabiadas que muchas veces no nos llevan más que a un precipicio legal que nadie es capaz de solventar decente ni docentemente. Quiero hacer hincapié en esto porque casi siempre acabamos confundiendo la atención a la diversidad como el hecho de tener que atender a alumnos con algún tipo de discapacidad (del tipo que sea). Sumergidos en esa creencia ilusa nos dejamos atrás a todas esas personitas que, no teniendo aparente discapacidad, están faltos de algo y necesitan también su atención. Por supuesto, si el alumno tuviera alguna discapacidad, entonces ahí habría que volcarse… ah, no, que no estamos formados ni preparados para eso.
Yo siempre digo a mis alumnos que si prefieren seguir el libro y hacer exámenes que me lo digan, porque no pretendo imponer, no me parece la manera más aproximada a lo que quiero, parto del acuerdo y de las necesidades de cada uno de ellos. Aunque lo cierto es que nunca me lo llegan a pedir. Sin embargo, siempre les doy la opción libre de que elijan.
No es fácil, pero sólo ser conscientes de que esto es así es ya un gran paso.