Miedo a brillar

Miedo a brillar

En la película Coach Karter, el entrenador Ken Carter se pasa la vida preguntándole a uno de sus jugadores: «¿Cuál es su mayor miedo, Señor Cruz?«
 
El señor Cruz, a su vez, se pasa su vida entre los entrenamientos y un «lo dejo, me voy a vender droga que me tratan mejor y gano mucho más dinero«. Es un gran jugador. Pero vive en un barrio horrible con unas estadísticas horribles. Negros o latinos que acaban encarcelados o muertos, negros o latinos que no estudian y solo juegan al baloncesto, negros o latinos que vende drogas… en fin, podéis haceros una idea. Es un barrio similar al de Mentes peligrosas, película mucho más conocida (o que yo conozco más…o que me gusta más Michelle Pfeiffer que el increíble Samuel L. Jackson). 
Esta peli está basada en hechos reales (no sé cómo de basado, pero sí, en hechos reales). En ella hay cosas de las que no participo, pero algunos fragmentos del guión son geniales.
 

Así, en el último tercio de la peli, allá por el minuto 101 y 50 segundos (o sea, 1h, 41′ y 50»), por fin, después de vivir y sufrir lo indecible, el señor Cruz, Timo Cruz, un latino que juega increíblemente bien al baloncesto pero que ha estado a punto de hipotecar toda su vida solo por vivir donde vive, le responde cuál es su mayor miedo. Y dice:

 

Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada, es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.
 
Empequeñecerse no ayuda al mundo; no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor; todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos, sino de todos.

 

Y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros.
 
Señor, quiero darle las gracias. Me ha salvado la vida.
 
Sí, ya sé que hay que leerlo un par de veces al menos. Pero leedlo bien.
Estas palabras, además, fueron tomadas del discurso de investidura de Nelson Mandela como Presidente Electo de Sudáfrica en 1994, quien a su vez confesó haber tomado la inspiración del poema de Marianne Williamson.
 
En en el fondo de nuestra alma, somos tan potentes que nos da hasta miedo. Tenemos que quitarnos ese miedo y brillar con luz propia, como hacen los niños. 
Y si, además, tenemos hijos y/o alumnos, debemos ayudarles a que saquen toda esa luz que tienen o, al menos, intentar no tapársela. Dejemos que brillen. Aunque para eso, lo primero que tenemos que hacer nosotros es brillar, sólo así, desde esa vivencia, podrán captar en toda su esencia lo que ellos serán capaces de hacer. Porque al «dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo». Ahora lo llaman coach (entre otros diversos nombres) y antes era frotar nuestra propia lámpara como Aladino o incluso ser la luz del mundo para poder iluminar iluminar al resto sin que por ello se sientan inseguros. Incluso… me da la risa ahora mismo… pero es que se me viene a la cabeza la cancioncita del programa de Bertín… esa de «dentro de ti hay una estrella si lo deseas, brillará».
 
Tenemos que brillar y dejar que otros brillen. Y esa es una tarea muy difícil en muchas ocasiones, pero tenemos que intentarlo y llegar a brillar.

Sir Ken Robinson siempre habla de El Elemento, eso que nos hace brillar en algo; y es que todos y cada uno de nosotros tenemos algo en lo que brillar para dar luz a nuestro entorno, y todo ello más allá de la escuela, de consejos, de nuestros amigos o de nuestros padres. ¿Cuántas personas conoces que dejaron su trabajo para hacer otra cosa y que les ha ido fenomenalmente bien?

Y no hay nada ni nadie que deba impedírnoslo.

Y no me voy a enrollar más, creo que la frase del señor Cruz es bastante elocuente por sí sola. 
Os deseo el mayor y mejor brillo posible para vosotros y los que tienen la suerte de estar cerca vuestra.