Hace un par de años escribí este post a partir de lo leído sobre un libro de supernanny (y sobre lo que el editor había escrito de él en su contraportada) para La Pedagogía Blanca.
He de recordar que este post se basa, fundamentalmente, no tanto en el programa, que casi no he visto nunca, sino en la mencionada contraportada.
Algunas personas me han preguntado por él en los últimos meses; aquí lo tenéis, aunque le he hecho algunas rectificaciones:
Días atrás surgió un breve tema de conversación acerca de supernany (como no me gusta, no me parece ponerle este sobrenombre en mayúsculas) y de su último libro, que nos quieren vender con lindezas como éstas que vienen en una de las webs donde venden su libro. Transcribo:
¿Estás desesperado porque tu hijo es un desobediente? ¿Es incapaz de cumplir con sus tareas? ¿Estás agobiado porque piensas que hace contigo lo que quiere y no sabes cómo remediarlo? Inquietos, cabezotas, mentirosillos, traviesos, tranquilos, charlatanes… cada niño es único, pero todos necesitan seguir ciertas normas para crecer como adultos responsables. Aprender a establecerlas y enseñarles que éstas se han de cumplir —porque todo acto conlleva una consecuencia— es fundamental para que tu hijo crezca en un ambiente familiar relajado y feliz. Un manual con estrategias sencillas para conseguir que los pequeños de la casa te obedezcan. Una obra amena e imprescindible para todo aquel que quiera mejorar la relación con su hijo y disfrutar de lo que significa ser padre.
De verdad que esta referencia “literaria” me revuelve las tripas como tres vasos de refresco de cola con el estómago vacío.
El tema de la obediencia me lo dejo para el final.
Vamos a ver. Lo primero, es que este tipo de programas televisivos, libros, pautas… deberían ser planteados al revés. Es decir, tendría que ser el niño o la niña el que llamara a superpappy para que nos reeducaran a nosotros: sus padres. Todos estos niños son como son porque se les ha tratado como se les ha tratado (por lo general, aunque las generalizaciones no son siempre correctas y habría que ver casos concretos en estados concretos). Pero no, es el niño el que debe cambiar de actitud. Entonces llega el sargento de hierro, supernany, para arreglarlo todo. Menos mal. Pero para lograrlo perseguimos un mandato castrense, en lugar de profundizar en la raíz de todo (que será algún tipo de abandono [en cualquiera de sus modalidades], de menosprecio, de infravaloración, de sobreprotección…).
Como dijo una vez Mireia Long, ¿cuándo se ha visto en estos programas que se les diga a los padres que les den un beso o un abrazo, o una caricia a sus hijos…? Yo no lo veo asiduamente. Solo he tenido la curiosidad de ver algunos ratos de este programa, a mi parecer, indómito, y nunca he visto que se fomente el cariño gratuito, sino desde la disciplina y obediencia mal entendida. Definitivamente, NO ME GUSTA.
Los niños Inquietos, cabezotas, mentirosillos, traviesos, tranquilos, charlatanes… En fin, creo que al final me voy a extender demasiado. Lo primero: mentirosillo, qué guay. Si se es mentiroso, se es mentiroso, sin más. Parece que si lo ponemos en diminutivo es como más cercano, cariñoso, respetuoso y hasta juguetón. Quizá. Es como si yo digo de alguien que es una estupidilla de mierda y me cago en su putilla madre. Es más cercano, sí.
Segundo, se me ocurren otros adjetivos diferentes de los que utilizan para hablar de los niños: inteligentes, cariñosos, juguetones, disfrutones, creativos, respetuosos, cercanos, preciosos, lindos, intrigantes, misteriosos, vivarachos, incansables, alegres, saltarines, tiernos, amables, simpáticos, melosos, besucones, amorosos, intuitivos, abiertos, expresivos, adorables, hechiceros, graciosos, fascinantes, salaos, supervivientes, ávidos… Prácticamente la mayoría de estos términos van asociados por muchos adultos a conductas que se confunden con la obediencia, olvidando que, realmente, todas estas palabras nos llevan a ver que, en definitiva, son un regalo.
Continúo. Sí estoy de acuerdo en que determinadas normas y límites son necesarios. Pero el contexto en que lo expresan me parece podrido y por eso me huele mal. Y claro que todo acto lleva una consecuencia, pero esas consecuencias pueden ser positivas si los actos son buenos. Eso no se refleja en ninguna parte. Por la misma razón que hay que evitar la palabra “no”. Es mejor decir que algo está mal a decir que no está bien. Es mejor decir que prefieres que haga algo o que evite hacer algo, a decirle que no haga algo. Porque nuestro cerebro, tan simple y complejo a la vez, cuando oye la palabra “no” tiende a hacerlo. Si yo digo “no pienses en un elefante rosa”, es muy probable que la mayoría lo haya visualizado de alguna forma, aunque solo sea para descartarlo. Así funcionamos. El “no” nos atrae magnéticamente. Las reclamaciones al inventor…
Cada niño es único, ahí estoy de acuerdo.
La felicidad del ambiente familiar la ubican en la relajación que da que tus hijos te obedezcan dictatorialmente, porque eso te permite, quizá, hacer otras cosas. ¿De veras? No digo más, salvo que es un tema sobre el que reflexionar pausadamente.
Y para mejorar tu relación con tu hijo y disfrutar de ser padre lee este libro, que damos unos consejos súper amenos. Honestamente, no lo comparto. Quien quiera mejorar su relación con su hijo y disfrutar de ser padre o madre, debe, simplemente, pasar tiempo con ellos, jugar con ellos, abrazarlos por las mañanas (y por las tardes, y por las noches, y a media tarde…), darles besos, jugar a acariciarse, ponerle límites que realmente sean necesarios, decirles cosas bonitas, hablar con ellos y darle solución a un problema hablando, no zanjarlo de un bofetón físico o psíquico. Y si te quieres leer un libro, busca uno menos obediente.
Miren ustedes, los niños solo necesitan una cosa: el amor de sus padres. Todo lo demás se va derivando de este único objetivo, que es quererlos. Y para eso hay que pasar horas con ellos, no puede ser, como el cuento, que un hijo te pague una hora de tu trabajo para poder disfrutar de tu presencia. Al menos eso es lo que yo pienso, siento y trato de vivir día a día.
Por último, y volviendo a la referencia del libro, persisten de forma constante en la obediencia.
Maldita sea, cuando uno quiere conseguir algo, solo tiene que tener paciencia y, puede llegar, incluso, a cambiar el significado de una palabra.
Obediencia no es ordenar, regañar, castigar, maltratar, gritar, aislar, ignorar y dar por hecho que la ausencia de cariño es vital porque los niños de hoy día son muy listos y se las saben todas. Saben hasta latín… Pero no. Ojalá, porque si supieran latín, probablemente sabrían que la palabra obediencia aparece recogido por primera vez en nuestros textos en torno al siglo XIII como oboedire, que, a su vez, proviene del latín ab audire, que viene a significar hacia lo oído. Y eso no lo saben ni los adultos, porque en nuestro sistema educativo corrupto y maltrecho conviene mantener la disciplina castrense (en el sentido de militar, de marcial y de que castra de forma indisoluble el comportamiento y el futuro de las personas).
Hemos corrompido esta expresión con el paso de los años. Cuando una persona era obediente es que iba hacia lo escuchado, pero no por obligación militar o “respeto” mordoriano, sino porque aquello que escuchaba le parecía bien y lo hacía.
No sé si me explico. Yo le puedo pedir a mi hija que me traiga un vaso, por favor, acompañado de un guiño, de un beso, de una carita cariñosa… o le puedo decir que como no me traiga un vaso se va a enterar. Probablemente, conociendo a mi hija, me lo traiga en ambos casos. Sin embargo, en el primero, la transmisión de información se hace desde la base del respeto y el cariño y mi hija entenderá que si no me trae el vaso no va a haber ninguna consecuencia, ni buena ni mala. No voy a dejar de quererla ni voy a respetarla menos.
Es decir, que si decimos las cosas de forma que a los otros les llegue un mensaje lleno de respeto y/o cariño, esa persona tenderá a hacer lo que escucha, va hacia lo escuchado, hace lo que se le pide, pero por propia elección dentro de su contexto. Eso, señores y señoras, es obediencia. Cualquier otra cosa que nos enseñen es, a mi modo de ver, falso.
La obediencia dictatorial es un atajo. Exige menos recursos para un padre, es más cómodo y los objetivos se consiguen mucho antes. Ahora bien, dudo que eso conlleve a criar adultos responsables de verdad.
Ahora apaga la tele y lee un buen libro de verdad.
En mi web de alvarola encontraréis algunas referencias a la obediencia, si te interesa este tema, sólo tienes que escribir obediencia en el buscador, pero ya te lo he buscado yo mismo para facilitártelo.
Gracias por dejar tus comentarios con la opinión que sea, siempre que sean respetuosos.
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