Esta tarde, entre tanta gente deshumanizando a diario, me toca escribir de un tema nada relacionado, en principio, con la educación, aunque, de fondo, todo está relacionado con la educación (sea de escuela, de casa, de calle, o de…).
Hemos sobrepasado los límites inesperados de la indecencia colectiva humana.
No me refiero con esto a los robos a mansalva por parte de la clase política y de los diversos subterfugios a los que se acogen muchos de ellos a lo largo de su carrera; no merefiero a la extendida técnica política de hoy me cago en tus muelas pero mañana te pido perdón… y tan amigos; no me refiero a los recortes en España (que son los que me afectan directamente y los que conozco) en derechos sociales, sanidad o educación; no me refiero al estrés que se está generando con el ébola en el llamado hemisferio norte ahora que podría empezar a afectar a la parte rica del mundo; ni siquiera me refiero al hecho de que una persona negra falleciera en el aeropuerto de Barajas porque, por miedo, nadie se le acercara a ayudarle, no fuera que tuviera alguna enfermedad infectocontagiosa. Y no los juzgo, oiga, porque no sé qué podría haber hecho yo en esa situación; como cuando con 15 años me preguntaban en el cole qué opinaba sobre el aborto o la pena de muerte… Yo qué sé… No me refiero tampoco a guerras químicas, físicas, nucleares o a distancia; ni a la venta de armas o de sustancias alucinógenas; no hablo de la trata de blancas, ni de negras, ni de malasias o indonesias; ni siquiera del tráfico de órganos o del rapto, cada vez más patente, de niños y niñas; ni siquiera me refiero a que los 3 españoles más rico dupliquen lo que tendría el 20% más pobre.
No me refiero a nada de eso. Ni a cualquier otra cosa… que no es poco.
Por primera vez en el mundo y en la historia, al menos desde que se recogen datos, hay más muertes derivadas del exceso de comida que por la falta de la misma. Sí señores, por primera vez, todas las enfermedades coronarias, intestinales (y no sé cuáles más porque no conozco ese campo) que provienen de una mala alimentación por exceso, abuso, deseo, ansia y recurrencia y que derivan en el fallecimiento de la persona, por primera vez… superan al número de muertes registradas por el hambre y la falta de alimentos.
Es la deshumanización, no del arte, que diría aquél, sino de la especie; la pérdida de la humanidad, el rechazo a nosotros mismos no respetando al otro; el no querer ni saber ver que todo proviene de lo que es y que nos hace ser lo mismo y perteneciente a una misma entidad y con un mismo origen al que podemos llamar Dios, Gaia, Maternidad, Pachamama, Energía, el Vacío Cuántico del que todo brota o aquello que cada cual, si se ha parado a pensarlo alguna vez, lo haya denominado como pudo o quiso.
Cuando se pueda y, de hecho, podamos percibir la sensación y el sentimiento unitario de que todo es lo que es y, por tanto, de que todos estamos conectados porque somos lo mismo, entonces, ese día, dejará de existir el mal en sí mismo tal y como lo conocemos, porque ese día no se nos ocurrirá ningún mal para nadie, igual que no nos cortamos un brazo.
Y no hablo desde ninguna perspectiva religiosa, sino desde una visión no dual de la realidad en la que la mente no pormenorice nuestra percepción de la realidad, sino que lo haga nuestra alma.
Mientras no llegue ese instante, seguiremos como estamos y, en la medida de lo posible y con los recursos que tenemos, haremos lo mejor que podamos y sepamos con nuestros iguales, nuestros hijos, nuestros jefes, nuestros usuarios del trabajo, nuestras parejas, nuestra familia…
No pretendo dar lecciones de moral, solo reflexionar. Y agradecer todo lo que tengo y me pido a mí mismo ser más coherente con mis necesidades reales.
Sin embargo, es importante que recordemos el dato, porque creo que nos estamos dejando algo atrás… o a alguien.