Este texto fue publicado ya en facebook en el perfil de alvarola hace unos meses.
Confieso que he tenido una racha de estar francamente agotado, física y emocionalmente. Me he dejado la piel con muchas personas y eso agota. Otras se han entretenido en apuñalarme por la espalda, como la famosa Doña Ego. Y aparte… mis traumas… esos que tenemos todos y todas aunque algunos no quieran verlos ni afrontarlos.
Inicio una nueva etapa, y lo hago, precisamente, con este texto de tinte más bien desolador. Sin embargo, la intención es la contraria, despertar a esto, ver la realidad, asumirla y construir.
¿Qué estamos construyendo? Si se te ocurre qué, por favor, no dejes de escribirme en comentarios. Es un gusto poder leeros.
Aquí os dejo la cruda realidad.
Estamos construyendo una jodida mierda inviable
Álvaro LA
La verdad que llevo varios meses que no me hallo. Y aunque me he propuesto un reto de no quejarme, lo empezaré mañana. Y también es cierto que a veces me quejo de cosas, por encontrar soluciones y mejorar, no solo por protestar y criticar. Y también sé que las cosas son como son y que la vida te muestra sólo lo que necesitas ver para seguir creciendo y avanzando. Aunque sea una mierda como un castillo.
Y lo cierto es que el mundo que estamos construyendo es una jodida mierda inviable.
Y todos somos responsables. Somos responsables desde el momento en que escribo para quejarme, desde el momento en que actúo de una forma diferente a la que pienso, desde el momento en que me crispo y no encuentro remedio a mis sobresaltos, desde el momento en que el miedo se apoderó de mí y no me permitió ser libre a mí ni dejar ser libres a otros, desde el momento en que entro en dialécticas inútiles tratando de convencer a los demás, en lugar de solo mostrar mi opinión, desde el momento en que tantas y tantas cosas.
El mundo está construido desde una perspectiva económica que prima sobre todo. Aquí solo manda el dinero. Y así, parece que avanzamos y evolucionamos, pero no te lo creas, sólo forma parte del engaño. El engaño de pensar que sí que avanzamos, el engaño de no dejarnos contemplar la verdadera realidad que nos rodea, que no es otra que la de tratar de incentivar (lo consigan o no, lo paguen finalmente o no) a profesionales con el fin de ahorrar la mayor cantidad de dinero posible. Se incentiva (o se propone e intenta) a los médicos que no derivan a pacientes a especialistas o, al menos, que retienen el mayor tiempo posible sin enviarlos, se incentiva a los profesores que suben sus porcentajes de aprobados (al menos, si están acogidos a algunos planes de calidad específicos), se incentiva a los médicos de las mutuas e inspectores que, aunque un paciente esté enfermo, de verdad, con cáncer, polio, ansiedad profunda o depresión severa, se le obliga a volver al trabajo, para así ahorrarse el dinero de ese sueldo que debe pagar la mutua. A lo mejor el incentivo no es del todo económico (que en muchos casos sí que lo es), a lo mejor el incentivo es tan simple y aterrador como una amenaza del tipo: “o lo haces o te vas a la calle”.
Y finalmente, incentivamos todo en nuestro quehacer diario y cotidiano. Incentivamos con el miedo del que somos capaces de plantear o de sufrir, según la situación en la que nos encontremos, porque, como dije una vez en una charla y que he recordado al leer el muro de alguien esta mañana: el miedo es un arma de destrucción masiva.
Y los alumnos, que, en muchas ocasiones, sí que se sienten encarcelados, lo sufren, lo pasan mal y aprenden a actuar con miedo. Cuando un alumno te dice que ha recibido ciertas amenazas de un profesor, está aprendiendo a hacer las cosas así: a ser fuerte, a poder amenazar a otros más débiles o a sufrir la presión futura de un jefe que lo explotará hasta el infinito porque sabe que el miedo le impedirá siquiera protestar, como mucho, quejarse en soledad, o por guasap, que también los hay con miedo y tontos (porque no se les enseñó a desarrollar ningún tipo de pensamiento crítico), igualmente, cuando varios alumnos (porque, quizás, establecen una relación a partir del desengaño o abandono que han sufrido con su madre, por ejemplo) se ensañan con un profesor o profesora al que le hacen la vida imposible, el profesor acaba aprendiendo que sólo hay una manera de hacer las cosas: usando el poder que tiene para intentar contrarrestar con cargas de profundidad el torpedo que se le acerca.
Y seguimos pensando que tenemos que tener (y uso la perífrasis “tener que” con toda la intención despreciativa) un buen trabajo, una casa grande, un perro grande, casarnos, hijos, plantar un árbol y escribir un libro. Porque estamos plena y absolutamente convencidos de que es así.
Y así es como seguimos construyendo toda esta mierda de montaje que creemos real y en el que olvidamos que, detrás de todo eso, lo que hay son seres humanos que, como se suele decir, se debaten a diario en una lucha diaria, consciente o inconscientemente, y de la que, a veces, ni siquiera saben salir.
Y al olvidarnos de la persona, de todo lo que se mueve en el interior de una persona, de sus necesidades, sus malestares, sus incongruencias, su espiritualidad y sus razones para seguir viviendo (entre otras muchas cosas), cuando la olvidamos, como iba diciendo, perdemos el norte.
Estamos deshumanizados porque hemos perdido la perspectiva social de lo que es el ser humano. Nos están diciendo, constantemente y por miles de impulsos diferentes, que debemos conseguir las cosas ya, que debemos disfrutar a tope, que todo lo que necesitamos está fuera de nosotros: una palmera de chocolate, nutella, una pareja, un padre, dinero, una chalet… y continuamos tapando boquetes emocionales a lo largo y ancho de nuestra vida sin pararnos a pensar que, quizás, sólo quizás, estamos en el sitio equivocado, o con la persona equivocada, o en un sistema que no nos pertenece. Los mismos políticos, como dice Joan A. Melé, nos están quitando las humanidades, normal que acabemos deshumanizándonos. Hemos puesto toda la carne en el asador para evolucionar desde la ciencia, la tecnología… y que, honestamente, creo que son fantásticas, pero no a costa de otras facetas igualmente necesarias: desarrollar el pensamiento crítico, tratar la humanidad del ser humano desde una perspectiva más cercana, conocer las emociones básicas, poder expresarse con la libertad necesaria como para dejar claro qué piensas y no ofender a nadie (porque hoy cualquiera insulta o desprecia o humilla a su antojo y se queda tan ancho), conocer qué movimientos se te dan en tu interior antes o después de dejar escapar la rabia por los poros de tu piel… por ejemplo. Habría miles de cosas más que contar aquí, sabiendo que partimos desde algo tan complejo y esencial como es el ser humano. Tenemos miles de traumas que se nos repiten de forma constante porque la vida nos lo sigue mostrando hasta que aprendamos la enseñanza que va ligada a ella, igual que un maestro pone una multiplicación, y otra, y otra… hasta que se aprende esa lección.
Sí, nos estamos deshumanizando, estamos construyendo una mierda de mundo, en el que los niños no tienen ni voz ni voto por ignorancia; un mundo en el que, para colmo, las mujeres son despreciadas y cosificadas a la carta, donde se las convierte en objetos de deseo desechables, donde las responsabilizamos de lo que nos interesa pero las excluimos de lo que no nos interesa, donde podemos hacer y jugar con ellas como nos dé la masculina gana, porque nos creemos dioses en un mundo deshumanizado y descarnado. Eso sí, a mi madre que no la miente nadie, porque arraso con lo que pille.
Y ésa es la herencia que vamos a dejar a nuestros hijos e hijas. No todo es el dinero, no todo es bienestar, no todo viene de fuera. Y esas cosas hay que mostrarlas, debemos enseñarlas también. Escuchar música, apreciarla; leer un libro sin obligación; escribir un poema o una novela por placer o como terapia; aprender a llorar o a pedir ayuda; ser respetuosos con todo lo que nos rodea porque cuando todo lo que nos rodea es respetuoso con nosotros lo aprendemos de verdad, no porque alguien nos lo dijera a gritos o con cínica sonrisa burlona. Apreciar el silencio, la soledad como un regalo para atender mis necesidades, mis emociones, para simplemente ser y estar y, desde ahí, tranquila y llanamente, aceptar, que no resignar. Así es cómo debemos construir, entre otras muchas cosas. Yo, entre mis muchos errores, intento construir de esta forma a pesar de mis múltiples defectos e ironías vitales. Creo que el amor es la raíz de todo, la que te quita la venda de los ojos. Y ese amor debe empezar con uno mismo, que eso no nos lo enseñaron tampoco porque nos lo disfrazaron de falso egoísmo. Aprender que el estar pendiente de todo y de todos los demás me lleva a una ruptura severa conmigo mismo, cómo me lleva a hacer crack, cómo descubrir que necesito mi tiempo y no sentirme culpable por estar 6 meses sin llamar a mis seres más cercanos o queridos. Aprender a querer y aceptarte a pesar de lo que arrastras y aparentas, porque nadie sabe la lucha interna que hay dentro de cada uno. Y eso no
se aprende si no es practicando y recibiendo la enseñanza en tus carnes, en tu fibra sensible, ésa que parece feo mostrar en público.
Y éste es sólo el principio de una nueva etapa en mi compartir con vosotros.