El pasado fin de trimestre me vi entregando notas a los alumnos de mi tutoría.
Ya llevaba cinco años sin ser tutor de ningún grupo y este año me ha tocado.
Siempre que he sido tutor, desde mi primera vez, incluso antes de darme cuenta de determinadas circunstancias con las que no estoy de acuerdo actualmente, a la hora de entregar las notas, escribía a mis tutorandos unos mensajes en sus notas.
Es más, sé de un antiguo alumno mío que hoy día es maestro de primaria y, cuando coincidimos, me dice que a él le impactó tanto que yo hiciera aquello en sus notas de bachillerato que, una vez conseguida su plaza en primaria, él hace igual con sus alumnos al entregarle las notas. Y cada trimestre les deja algunas palabras con los boletines.
Es nuestra sencilla y pequeña forma de humanizar un documento frío que nos etiqueta a pesar de que seamos buenas o malas personas.
Cuando «dedico» las notas, les dejo mensajes que les sirvan de algo en su crecimiento. Los aliento a alguna cosa o les animo en otras o les hago ver las alas que, de facto, ya tienen pero no reconocen.
Es cierto que, mi primera vez, me dejé llevar por las circunstancias y hubo a quiénes les puse mensajes muy negativos, de esos de «es un desastre, no para de molestar…» Pero con el paso del tiempo comprendí que eso no sólo no arreglaba nada, sino que empeoraba muchas situaciones. Así que, de pronto, un día, decidí que todas serían positivas.
Así, sin más. Como los ejemplos que veis en la cabecera y a lo largo de este post.
Con esto no estoy diciendo que si alguien está expulsado constantemente o ha suspendido todas yo le diga que eso está muy bien. No, no he dicho eso, no me tergiversen. Lo que hago es ahondar en su persona, buscar algún rasgo distintivo y positivo y dejárselo por escrito. Todos tenemos virtudes, aunque estén perdidas y ocultas entre nuestras limitaciones; lo que intento es buscarlas, ahondar en ellas y cimentar desde ahí, no desde lo desastre o mala persona que puede ser uno.
Sí, sé que en ocasiones ni eso sirve de nada. Hay casos para los que no estoy preparado, no soy terapeuta y muchos de mis alumnos necesitarían precisamente de eso: de una buena terapia. Pero que por mí no quede. Creo que las notas son un juicio sumario en las que se entremezclan multitud de emociones que van desde la autosatisfacción hasta las más destructivas.
Mensajes como:
- ¡¡ E-S-P-E-C-T-A-C-U-L-A-R!! Disfrutando contigo de verte tan bien este año. ¡¡¡Enhorabuena!!! Sigue así
- Buena remontada!!! Confío en ti y en camino de superación
- Trabajando, estudiando, aprobando… ¡¡¡Estoy orgulloso (mucho) de ti!!!
- ¡¡Genial!! Eres fantástica y tienes muchas virtudes y posibilidades. Desde tu timidea aportas mucha luz!!
- Los caminos más largos siempre empiezan con un primer paso. Aún tienes tiempo y camino por recorrer. Confiamos en que podrás terminar mucho mejor.
- ¡¡Mucho mejor de lo que esperabas!! Para el final de curso, mejor aún. Aún tienes mucho por descubrir de ti mismo, incluida tu inteligencia.
- Crees que no puedes y por eso no avanzas. Yo sí creo que puedes. Tienes mucho bueno por sacar. Con fía más en ti misma, sin estar pendiente de lo que pensemos los demás.
Con estos mensajes no es que vayamos a arreglar la situación. No. Sólo es una forma de contribuir a la construcción de su autoestima, esa que el sistema educativo y, en ocasiones, sus familias, van anulando con el paso de los años en muchísimas ocasiones con o sin intención, pero haciéndolo.
Sólo es un trabajo de desempolvar lo que esconden tras su armadura oxidada (parafraseando a Fischer), de animarlos y de hacerles ver que no se pueden identificar con una nota, que ellos son mucho más que la apreciación que tengamos de ellos académicamente. En el momento en que se identifican con ellas, las notas, pierden su propia identidad, esa aún en construcción y por la que se mueren y resucitan a diario.
Las etiquetas siempre son malas cuando porque tendemos a identificarnos con ellas. Es como un efecto Pigmalión constante que no nos deja avanzar en nuestro crecimiento como personas. Justo hoy leía en el muro de Naz:»Hazlo, van a criticarte igual». Eduquemos a nuestros alumnos e hijas a empoderarse cuando es necesario, de forma equilibrada y con la certeza de que hay cosas que las van a hacer bien, igual que hay otras que las harán mal. Ambas situaciones se darán y deben saber manejarse en ellas. Ya no es suficiente educar en una instrucción severa y completa, hay otros muchos elementos que debemos saber tejer.
Y en esas estamos.