Transformando la educación. De esto va mi historia de hoy. Y solo siendo cambio implicaremos tal movimiento.
Una buena amiga y compañera de otro instituto me contaba la siguiente historia, espero que os guste:
En su centro, al parecer, hay un chico, de unos 16 años (le falta muy poco para cumplirlos) y que aún sigue en 2º de ESO. Su trayectoria ha sido primero, primero, segundo y, otra vez, segundo de ESO. Es un chico de esos que resulta un trasto insoportable, que está expulsado del aula y del centro con bastante frecuencia.
Cierto día, al ser expulsado de su clase, una compañera de guardia fue a hacerse cargo de él, para no dejarlo solo, y se dirigieron al aula de convivencia (eufemismo del que hablaré algún día en un post). Estando allí, a la profe se le ocurrió hacer con el alumno, a modo periodístico, algo así como una biografía del alumno mismo.
Y comenzaron:
Fulanito nació el día tal del año cual, en el hospital de Blablabla. En el momento del evento estaban allí presentes…
- Fulanito, ¿quiénes estaban allí presentes?
- Pues… no sé, mi padre, mi abuela… supongo que habría algún médico… Y mi madre creo que ya me había abandonado, así que no estaría.
- Pero chico, cómo no va a estar tu madre, si tu madre fue la que te parió!!!
- ¡Ah! Pues entonces se fue justo después.
Os dejo un pequeño espacio en blanco para daros una pausa y poder digerir la historia.
Continúo.
Así las cosas, a la profesora en cuestión se le ocurrió esta brillante idea y, ni corta ni perezosa, le espetó a un tiarrón de 16 años lo siguiente:
- A partir de mañana, todos los días vienes, me buscas, y me das los buenos días y un beso.
Y así fue desde el día siguiente. El chico se le acercó, le dijo buenos días y le dio un beso.
¿No se os caen los lagrimones de emoción????? Un monumento habría que hacerle a esta profesora!!!
Supongo que, con el tiempo, dejó de hacerlo (no sé el fin de la historia en este sentido, aunque sí me contaron que empezó a mejorar su rendimiento algo).
Y es que ese momento debió de ser crucial, de esos que no se olvidan en la vida.
Creo que es del todo indiscutible que no podemos desligar la educación emocional de nuestro trato diario con las personas. Ya sé que muchos compañeros se quejan siempre de que ellos no son educadores, que son profesores y que están solo para dar Lengua, Mates, Inglés, Francés, Biología, Física, Dibujo o lo que sea. Mentes obtusas que nunca tuvieron la oportunidad de descubrir que en el equilibrio emocional se fundamenta un aprendizaje intenso, verdadero y honesto por parte de cualquier persona, tenga 16, 34 o 7 años.
Desligar todo sistema de aprendizaje de la Inteligencia Emocional en pleno siglo XXI es una aberración tan grande que al final se revolverá contra todos y nos acabará mordiendo en el pescuezo hasta desangrarnos (más aún de lo que ya lo ha hecho y lo está haciendo).
La mala gestión de las emociones pasa factura, una muy cara que vemos a diario. Si supiéramos gestionar adecuadamente (o medio decentemente, al menos) todo nuestro mundo interior y emocional, el mundo sería completamente diferente. Y dar salida a eso no puede depender solo de unos padres que nunca tuvieron tal conciencia y, por tanto, nunca podrán transmitirla a generaciones posteriores. Es necesario educar y sanar a los adultos que serán el garante de un camino equilibrado que abonaron para sus respectivos hijos. Y eso pasa también por la escuela. Como decía cierto profesor mío de la EGB: “No podemos pedir peras a un árbol que no da peras.”
Como no nos tomemos en serio que la educación en su sentido más amplio debe involucrar a todas las partes implicadas y hacerlo de forma respetuosa, cercana y cariñosa, el genocidio de nuestra especie (metafórica, cultural y educativamente hablando) está a la vuelta de la esquina.
Las emociones son fundamentales. Aquí os dejo la frase que una vez dio vueltas sin parar…