Efectivamente, si profundizamos la mirada más allá, dar una paliza no es un problema, es una consecuencia. Y si quieren se lo explico, sin pretender quitarle importancia a lo sucedido ni ofender a nadie, faltaría más. El suceso en cuestión es un grave problema, por supuesto que lo es, pero no es el problema original.
En la vida ocurren muchas desgracias que no deberían suceder. Eso lo tenemos claro todos. Al menos, todos los que tenemos claro que hay cosas que no deberían de pasar.
Que una niña de 8 años sea ingresada en un hospital por múltiples lesiones porque un grupo de presuntos chavales de entre 12 y 14 años le han propinado la paliza del siglo no sólo es vergonzoso y siniestro, sino otras muchas cosas más. Cada cual se pone en el papel de padre o madre y sabe que acabaría en la cárcel de su imaginación, porque no dejaría títere con cabeza.
Ya he leído, incluso, que al profesor que le tocaba estar allí (y que parece estar ausente por atender otra urgencia) ya se le lleva tarde a la palestra. Tampoco es solución. Créanme, es imposible estar en tantos sitios a la vez y con apenas recursos. En los coles no pasan más cosas porque el universo no quiere. A mí me pasó una vez que por poco se tira una niña de un segundo piso, y yo estaba allí… y no llegaba a ella por más que corría. La vida te pasa muy lenta cuando vives una situación así. No, no se acabó tirando. De haberlo hecho, lo mismo yo estaba vete a saber dónde.
No voy a erigirme en defensor de nadie, que cada cual se tiene a sí mismo. Pero tampoco es justa la demonización hacia el profesorado que vigila o atiende en un patio. Y créanme que soy padre y cuando me veo en la necesidad de decir algo en el cole de mis niñas no me corto. Sin embargo, en ocasiones, hay situaciones tan difíciles de ver, de prever o de intuir, que no tenemos culpa de lo que pase (siempre y cuando estés ejerciendo tu labor correctamente). Y déjenme que me explique.
4 profesores, por ejemplo, que deben vigilar un patio de 300, 400, 500 niños… depende de las dimensiones, es imposible que puedan atender a todo en el mismo momento.
La cuestión no está en buscar un cordero al que degollar ahora, a toro pasado. La cuestión está en investigar, ahondar, profundizar en cuáles han sido los errores cometidos como sistema educativo para llegar ahí.
¿Qué hemos hecho entre todos (cole, amigos, profes, directivos, políticos, familias…) tan requetemal como para que un grupo de chicos de entre 12 y 14 años se cebe a gusto con una pobre chica de 8? ¿En qué cabeza cabe algo así?
Ésa, creo, que es la raíz del problema: nos seguimos obstinando en crear grandes cabezas académicas faltas de humanidad que no llegan a ninguna parte humanamente sostenible. Grandes expedientes atesorados en el desánimo, potentes cabezas constreñidas en el sinsentido del estrés diario perdidos en una infancia que les pertenecía y nunca tuvieron.
No, no justifico lo que han hecho estos chicos. Es una aberración, es una crueldad, es una vergüenza para ellos, sus familias y todos los que de alguna forma participamos como personajes o espectadores en la función maldita que nunca debió representarse. Lo que estoy diciendo es que la solución no es colgar al profesor, a sus padres, a la dirección… La solución (independientemente de las responsabilidades legales e inmediatas) pasa por ver las causas de este tipo de situaciones, aclararlas y hacer todo lo que esté en nuestra mano para que no se vuelvan a repetir.
Tener a los chicos hacinados, obligados, estresados, condenados, pervertidos en un sistema que ya ha quedado claro que no funciona; provoca este tipo de situaciones. ¿Por qué no intentamos trabajar más la educación emocional? ¿Por qué no nos dejamos de miedos y estupideces (que ya dije en mi anterior post que estaban lloviendo estúpidos) y afrontamos que la educación pasa por una nueva crisis? Dejemos de repetir lo mismo de siempre, se ha demostrado que es inútil. Centrémonos en crear personas de verdad, en ciudadanos honorables, tratados con respeto, que se les atiende y se les da cariño. Apoyemos a las familias, a los centros, a los profesores desde una nueva perspectiva más acogedora, constructiva y respetuosa. Vamos a formarlos. Vamos a cuidarlos. Vamos a darle a la persona el valor que se merece, ése que en alguna cena de Adam Smith olvidamos entre los dedos de quién se la servía antes de que todo tuviera un precio.
Seguimos centrados en cortar cabezas cercanas sin ver el problema que hay de fondo. Y el problema es otro, aunque las consecuencias lleven a una niña de 8 años a un hospital con desprendimiento de riñón y otras lindezas patrocinadas por un grupo salvaje digno de Sam Peckinpah. Ellos no son el problema, son solo una consecuencia de algo que ya no puede aguantarse más a flote, es el espolón de un buque que se hunde corroído por la antigüedad de quién nunca lo cuidó.
Las personas máximas responsables de este sistema no sólo no sirven para ello, sino que demuestran año tras año que son unos inútiles. Señores políticos, ustedes son los principales responsables de este tipo de consecuencias, porque nunca quisieron escuchar la verdad que nos rodea a diario en un centro educativo. Ustedes, política y metafóricamente hablando, le han dado la paliza a esta niña, porque, en el fondo, les importa poco (por ser respetuoso), sólo les importa como a todos: pobre chiquilla, pero no más, y mañana ya nos hemos olvidado, se preocupan tanto en cuanto pueda tener consecuencias electorales o potestativas de algún tipo. Ustedes tienen una sartén cogida por el asa de una olla, están en otro sitio, y no quieren ver la realidad. Y sabemos que por una paliza de este tipo que salta a la información pública hay un millón de cosas que no pasan en ese mismo día (gracias a dios o a quien sea) y que podrían producirse; pero el hecho es que tampoco debería caber esta paliza. Ni en la cabeza de nadie ni en la realidad más pulcra de quién osa siquiera mirar para otro lado.
Insisto, lo que ha ocurrido es sólo una consecuencia, no es el problema. El problema es bien gordo, es bien visible y nadie quiere ponerle el cascabel al gato. Y lo sé porque vivo a diario en un centro educativo donde a veces apagamos más fuegos de los que quisiéramos, pero no nos da tiempo para trabajar y evitar que nadie prenda, que sería lo ideal: el trabajo previo de prevenir, de EDUCAR, así, con mayúsculas. Ayer mismo, por la mañana, dos tiarrones más grandes que yo, con casi 17 años se empezaron a pelear por una tontería (que no era tal tontería, si no, no estarían peleando): uno llamaba al otro mono, y éste le respondía conejo (cada uno con sus intenciones de hacer daño al otro), y yo me entero porque de repente uno de ellos se levanta airado, con su mochila al hombro y se va gritando que no se queda ahí porque le va a acabar reventando la cabeza al otro. Y yo me voy corriendo detrás de él (que también podría haberlo dejado ir y mandar a otro a por un profe de guardia) y lo llamo, y le pregunto… y saco al otro chico de la clase, y empezamos a hablar (ellos a gritar, a insultarse…) y en menos de 5 minutos, dos tiarrones más grandes que yo, de casi 17 años, se estaban dando un abrazo y pidiendo perdón. Los dos. Y de voluntad propia, porque en ningún momento se me pasó pedirles que se abrazaran (ni algo parecido), de hecho ni yo me lo esperaba.
Y mientras no queramos o podamos ver esto, no hay nada que hacer: seguiremos viendo palizas, burundanga y violaciones múltiples o no, pero sí repetitivas, de chicas incautas que fueron acusadas y culpabilizadas por ir solas en un mundo en el que se presupone que no deberían hacerlo. Éso es lo realmente triste, que en nuestra presunción de la vida, ya demos por hecho que ellas son las incautas, que lo demás cabe. Mira que quitarles el balón, a quien se le ocurre tal salvajada. Mira que ir con una minifalda, mira que decir que no, mira que defender a alguien, mira que… mira que…
Bravo Álvaro, marcas la diferencia. Gracias.
Gracias Rosa, por tus palabras.
Tienes razon en lo que planteas, pero aún así a esos niños si no se les hace responsables de su acto por ser menores se sigue corriendo el riesgo de que repitan, es verdad que hay que corregir todo lo que planteas y que no se deve demonizar al profesorado por que sí, pero si no se responsabuliza a nadie, sobre todo a los agresores y en último caso a los padres de estos, se sigue alimentando a la bestia de la pasividad y esto es terrible.
Estoy de acuerdo contigo, Enrique. Lo que yo quería transmitir es que el trabajo que tenemos pendiente es mucho más de fondo, no sólo se trata de ver quién ha tenido la culpa (de eso se encargarán las personas pertinentes); yo hablaba en general.
Por supuesto, nuestros actos tienen consecuencias.
Muchas gracias por tu comentario.
Comparto tus reflexiones al cien por cien por cien. Habría tanto que cambiar… Pero a nuestros políticos nos les interesa formar personas y a muchos profesores, supongo, les vence el desánimo ante tanta falta de apoyo y de medios. Pero los cambios siempre empiezan de a poquito, con minúsculas aportaciones que van creciendo y creciendo, con gente que cree, que lucha y que defiende otras posturas y las aplica en su aula, en su casa, en su comunidad. Personas como tú, Álvaro, sois las que lográis, a base de tesón y mucha determinación, que las cosas cambien. Enhorabuena no ya por tu post, que he leído con gran interés y de una sentada, sino por tus emociones. Me quito el sombrero.
Muchas gracias, Sandra.
Te leo y me emociono visiblemente con tus palabras.
Ayer hablaba con un señor armenio (que habla español) y ambos concluimos (entre muchas cosas) que con la excusa de «y yo qué voy a hacer si yo no puedo cambiar el mundo», nos perdemos montones de cosas en las que podemos actuar: nuestras aulas, nuestras casas, nuestras comunidades… Podemos hacer mucho en nuestro entorno, y ya la vida se encargará de expandirlo por ondas.
Gracias!!
Buenísimo el post. Reciba un cordial saludo.
¡Muchas gracias!