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Compartir el vídeo de Iveco se consintió desde la infancia

Sí, como leéis. El vídeo de iveco se consintió desde la infancia. Porque cada vez que dejamos pasar de largo determinadas situaciones, ponemos nuestro granito de arena para que sucedan estas cosas.

¡Cuántas veces hemos oído que son cosas de niños!

Que entre ellos eso es normal.

Que no hay que darle más importancia.

Pues sí que la tiene y sí que hay que acompañar determinadas escenas que se viven a diario.

En el cole de nuestras hijas algunos nos ven como unos auténticos pejigueras. Sin embargo, como profesores, sabemos que todo aquello que no nos cuenten los alumnos o sus familias, es como si no hubiera sucedido. Y, no lo siento, la verdad, pero lo cierto es que hay cosas por las que prefiero quedar de pesado que de borrego inconsciente.

 

Recuerdo el día que pedí en una reunión general de padres y madres a principios de curso que por favor no pusieran en clase vídeos musicales de esos en los que el cuerpo de la mujer aparece como un mero objeto de atracción del que puedo disponer libremente. Recuerdo, sobre todo, la cara con la que me miraron la mayoría de los padres y madres (sobre todo madres) que allí había. No, no era de aprobación, sino de “éste tío es tonto”. Algunos profesores se miraban extrañados, pero creo que era más por si se habían perdido algo grave que hubiera podido pasar. Y la acabar la reunión sólo una madre se me acercó y me dijo: “Gracias. Sé que la gente no está muy de acuerdo con lo que ha dicho, pero a mí me parece taaaaan importante”.

 

Que un profesor pusiera reguettón en sus clases para animar el ambiente mientras se hacen tareas, tampoco parecía escandaloso. Así que de nuevo acudimos. Presentamos todas las barbaridades que se decían en las diversas canciones… y fin del asunto. Se acabó esa “música” en el aula.

Y otras cosas que mejor ni dejo por escrito.

Y es que es así como nos salen los franriveras por todas partes, como si tuviéramos donetes… nos salen de las esquinas y, sobre todo, de las alcantarillas. Afirmar, señor Rivera, que los hombres no podemos tener un vídeo así y no compartirlo me avergüenza no sólo como hombre, sino como especie. A mí es que ni me llega un vídeo así. Que sea uno de los vídeos más buscados vuelve a decir poco de nosotros.

Leo, además, en el muro de Nohemí Hervada que el 80% de los “compañeros “ de Verónica en una empresa con más de 2000 trabajadores participaron en la difusión ilegal de un vídeo privado y ninguno hizo nada para pararlo. No sé si quizás yo hubiera caído en la misma trampa, pero estos hechos deben avergonzarnos lo suficiente como para tenerlo en cuenta y que no vuelva a suceder.

Aquí tienes un vídeo de la campaña #Yorespeto de hace unos años que versa sobre el hecho de compartir vídeos. Son sólo 98 segundos.

 

 

Y estas cosas suceden porque en su momento se consintieron determinadas actitudes como si fueran sólo cosas de niños. Déjalo, que es sólo un niño. Y tú… ¿cuántas novias tienes ya? Anda, anda… ellos lo solucionan. Hablar así de los otros es normal. Sólo le han dicho que parece tontito con esas gafas, no es para tanto. A mí me hicieron o dijeron tal y cual y mira qué bien estoy…

Así, señores y señoras es como normalizamos actitudes que no deberían ser normales. Y una vez normalizado, lo raro es lo correcto. Ése es el país que tenemos. Porque hay cosas, pensamientos, razonamientos que no deberían consentirse a estas alturas de la histeria.

En gran parte, estoy de acuerdo con la maestra enfurecida y su tweet acerca del tema en cuestión. Aquí incluso podéis leer la noticia en el Diario Público.

Y he de confesar que yo mismo he participado de joven de algunas de estas prácticas que hoy se llaman bullying, aunque no mucho, la verdad, porque yo era el más bajito de la clase junto con otro compañero y tuvimos que sufrir diversos tipos de tropelías. Que te intenten colgar de una percha o meter en una papelera. Es graciosísimo. Quizás por ello desarrollé más la lengua y la afilé con el tiempo, porque músculo y altura no tenía para defenderme. También reí las bromas hacia profesores y durante años las estuve contando. Y muchas veces callé.

Cuando no decimos nada, cuando pasamos de largo, cuando dejamos estar determinadas acciones que no se deben dejar pasar, entonces es cuando vamos educando en el compartir un vídeo que ni es nuestro ni nos interesa, en el hacer daño a otros a costa de nosotros mismos. Hoy mismo leía una noticia en la que un muy famoso futbolista, al parecer, había hecho públicas, en sus redes sociales, conversaciones privadas con una mujer para ponerse él a salvo. Jomío, esa acción habla más de ti que de la mujer con la que tienes el conflicto. Han intentado rebatírmelo, pero sigo opinando así.

Que se alcancen las cotas tan espectaculares de falta de respeto y empatía como las que estamos viviendo socialmente en unos años, es aterrador.

Y como dice siempre mi suegro… el arbolito, desde chiquitito. Una educación respetuosa, empática, cariñosa, cercana y limitante, sólo cuando sea necesario para poder preservar el derecho de todos y todas, permitiría una sociedad respetuosa, empática, cariñosa, cercana y limitante cuando fuera necesario.

En las aulas debemos aclarar, enseñar, educar, acompañar… y eso no es adoctrinar. El respeto no es ni miedo ni adoctrinamiento.

Cuando comento que la educación es la base de todo, no lo digo de forma gratuita. Es que tenemos muuuucho por hacer, dentro de las aulas y dentro de las casas. Y estamos tan desbordados que algún día esta vida nos estallará en la cara como un globo que hinchamos hasta forzarlo. Ah, no, que eso ya está pasando: crisis de ansiedad, violencia gratuita, gritos en un semáforo, insultos al volante, amagos de infarto o infartos de pleno derecho, noches de insomnio, respiración entrecortada, fatiga crónica, erupciones en la piel, eczemas sin sentido, visitas al psicólogo, a psiquiatría, cánceres y otros males de categoría superior… Es que ya nos está estallando en la cara, como ese Sheldon diciendo «zas, en toda la boca».

 

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