Tiempo y amor en el bullicio.

Así deletrean los niños la palabra amor.

El amor es fundamental. Espero disfrutaras de mi último post sobre el miedo a brillar. Mucho amor a uno mismo.
Hoy vamos a hablar de otro tema no sólo interesante, sino vital.
Y no es otro el misterio sino que el que reza en el título de este post:

 

ASÍ DELETREAN LOS NIÑOS LA PALABRA AMOR:
 
T  –  I  –  E  –  M  –  P  –  O

Dibujo realizado por Antonio Zamorano

 

Los niños solo quieren estar con nosotros, con sus padres y sus madres. Y, por supuesto, también con sus tíos, hermanos, amigos del cole o del parque o de dónde sea… Pero vamos a lo que vamos. Y es que es muy recomendable pasar más tiempo con nuestros hijos. Y los motivos son varios:
1. Por egoísmo puro y duro: los años pasan volando, desengáñate, no vas a ser joven toda la vida ni tus hijos serán siempre bebés. Como decía mi amigo Dani: «De pronto un día descubrirás que ya no huele a bebé».
2. Por egoísmo futuro: cuanto más tiempo pases con ellos, mejor será su desarrollo en todos los niveles, sobre todo, si el tiempo que pasas es cariñoso, respetuoso, juguetón, emocionante… Eso te evitará muchos quebraderos de cabeza de esos que nos dan a los padres y madres en el futuro.
En este apartado no se incluye, como norma, el hecho de dejarlo en una habitación con tres horas de telebasura o lo que sea.
3. Por ellos, por tus hijos. Lo único que necesitan es cubrir sus necesidades básicas: alimentación, salud, higiene… y estabilidad emocional, o sea, mucho cariño, respeto, risas, tiempo, abrazos, besos, caricias, juegos…
Cuántas veces hemos visto a los niños reclamando atención… y pasan los años, y pasan los 20, los 30… y siguen reclamando esa atención… No hace falta ver  el gran marrano para darse cuenta de esto. No es más que una desconexión de ese cariño que se produce en la infancia y que nos pasamos toda la vida buscando. Dependiendo de las circunstancias, de adultos podemos buscarlo de muy diversas formas: de una forma sana o centrada, o todo lo contrario (reclamamos, exigimos, maltratamos, dejamos que nos maltraten, forzamos…). Yo no soy psicólogo, así que no me puedo meter en este terreno, pero por lo que he leído, aquí hay mucha manteca.
Por eso es vital, ya lo dije al principio, pasar tiempo con ellos, dedicarle nuestra atención, y demostrarles que, realmente, son nuestro pequeño regalo del cielo. Nosotros no dejamos de decírselo a nuestras hijas, eso y otras cosas más del estilo.

Hablarles con cariño, cercanía, dar abrazos, reír juntos…

Un regalazo que nos hizo Rosa cuando fuimos a la inauguración de Las Jirafas saben Bailar, fue una bolsita para jugar a los abrazos. De entre las muchas opciones, tú sacas una de tu bolsa y los demás te dan abrazos de esa forma que te ha tocado: a oscuras, con ojos cerrados, con cosquillas, del revés, a dos a la vez, sin brazos, sin tocarse, con beso, de oso… y decenas de formas más; pues bien, ese juego les encanta a nuestras hijas y, por cierto, ahora que lo pienso, hace ya meses que no jugamos, a ver si lo retomamos en esta misma semana.

Además, muchos ya sabréis que, según los últimos estudios neurocientíficos, el cuerpo humano, físicamente, necesita entre 8 y 12 abrazos diarios para poder sobrevivir. Ahí es nada. ¿A qué estás esperando para darle un abrazo a alguien? Tu cuerpo lo necesita aunque no te estés dando ni cuenta. Todas las mañanas empiezo el día con abrazos a mis hijas nada más levantarse, y por supuesto, lo terminamos igual (como mínimo).
Un abrazo es energía, es fuerza, es amor, es tiempo… es decirle a la otra persona que me da igual lo que esté pasando ahora mismo en el mundo, que aquí estamos tú y yo y eres lo mejor que tengo ahora mismo y no quiero estar en otro sitio ni haciendo otra cosa salvo estar así, agarrado a ti como si fuera mi último hálito de vida. Ese abrazo impregna.
Y eso da mucha estabilidad emocional a la persona, que se siente querida, arropada, impulsada… Cometeremos muchos errores como padres, miles… pero, al menos, que no quede por intentarlo. Ya sabemos que los padres y madres siempre lo hacen lo mejor que pueden y saben en todo momento, las equivocaciones se viven de otra forma si hay una base de amor de fondo que lo sustente todo.

Y eso no tiene precio.

Sonríe, juega, lee, pasea, monta en bici, cuenta cuentos, ríe, abraza, enfádate incluso… pero hazlo con tus hijos. El tiempo te lo agradecerá. Y los niños más aún.